
Querido príncipe de nuestro castillo,
¿Quieres que te cuente el por que de las manchas rojas de este papel?
Sabes que no es una historia bonita, sabes que no es la historia de dos ríos que se juntan en el mar (como solías decir cuando te hacías el poeta), sabes... en fin, los dos la sabemos, pero parece que tu ya te has olvidado de ella, me parece que te la has dejado en el trabajo ¿puede ser? Venga, sube aquél ascensor que te lleva a tu empresa, a tus riquezas materiales y a tu “vida llena de riesgos”, como decías cuando hacías (y supongo que sigues haciendo) un negocio emprendedor y con futuro, un futuro feliz con tu dinero...¡púdrete con él!
Tengo que reconocer que al principio jugaste bien conmigo, siempre has tenido suerte en los juegos de azar. Te las empeñaste para hacerme creer la princesa de tu castillo...¿o quizás debo decir prisión? Yo sólo tenía dieciocho años, tu ya habías pasado los felices veinte agarrado al brazo de tu maleta y tu plata.
Fue en una fiesta de fin de año donde resuciste aquel sentimiento que tenía muerto hace tiempo, el amor. El sentirte querida, valorada, deseada, respetada; viva...me trataste como nunca lo habían hecho y si, conseguiste tu objetivo, me enamoré de ti, de aquel guapo con disfraz de poeta, de aquel empresario loco, del guardián de mi castillo, de las cadenas que me atarían por siempre a la vida (o a la muerte).
Mi vida dio un giro cuando empecé a salir contigo, cuando nos casamos y me prometiste amor eterno y todas esas cosas que se suelen prometer, cuando me vine a vivir en tu casa... allí empezó todo.
Yo, locamente enamorada, había perdido el rumbo y la ceguera no me dejaba ver las cadenas que habías puesto en mi vida, la cárcel donde me metiste con tus palabras bonitas y tus mentiras...
Tu llegabas cada día de tu trabajo y cuando los negocios iban mal gritabas y exigías la cena... a veces me forzabas a darte placer cuando no me apatecía, o puede que sí que me apateciera, y es que ya no sé que es lo que me quería o no, pues había aprendido a renunciar a mis opiniones e ideas para hacer lo que me pidieras... esto es lo que me hacía sentir más a gusto, obedecerte sin rechistar, ser tu esclava, lo hacía por amor y por amor sigo escribiendo.
Para cenar, tu tenías preparado el mejor de mis menús.
Yo cenaba empujones, gritos y desagrados; me gustaba.
Más tarde, de postres, golpes y dolor; no pensaba que pudieran hacerme daño, pues me los hacías tu.
Un día Paula me dijo que era una maltratada, que abriera los ojos y denunciara estas agresiones. Yo no quería creerlo, yo sabía que las maltratadas tienen miedo a su marido...a mi me gustaba, sólo porque lo hacías tu, sólo porque yo ya no vivía en mi, des del día que pisé por primera vez esta cárcel. Sólo porque te quería, si es que aquello era amor.
Y sólo porque te quiero escribo hoy esta carta de amor u odio y la mancho con tres tacas rojinegras en vez de rebelarme y gritar a la sociedad, pues no quiero sufrir más, no quiero hacerte sufrir más.
Y no abriré los ojos, no quiero contar a nadie más nuestra historia... aún te quiero a pesar de tus golpes y tus mentiras. ¿Y tu? ¿Tu me quieres? Eso es algo que nunca conocí, pero no me importa, nunca me detuve a pensar porque hacías todo esto, yo estaba enamorada.
Y el amor es ciego... e insensible a los golpes.
Te quería y se ha marchado,
La princesita de tu castillo.
- ¿Hora de la muerte?
- 21.34
- ¿Arma del suicidio?
- Cuchillo de cocina
- ¿Detalles?
- Nada más mi señor
Un policia escribía en su bloque de notas varias dadas inútils sobre el caso.
- Bueno...¿puedo irme ya?
- ¿Es usted el marido de la difunta?
- Ehm...bueno, no, era mi (dona de fer feines). Muy maja.
- Vaya, lo siento, ¿nos puede dar el número de su familia para contactar con ellos?
- No lo tengo...en perdón, es que tengo prisa para el trabajo...
- Perdone, puede irse tranquilo.
La policia dio el caso por cerrado con una facilidad fascinante, sin preocuparse por la familia de "(dona de fer feines)" ni los detallos del suicidio...¿o del asesinato?
Cuando él volvió a su casa, ya no había rastro de María.
Nada quedaba que le recordara a ella, pues todo lo que a ella pudiera recordarle lo había eliminado de su mundo.
Nada.
Ni una triste carta manchada de sangre.
Otra mujer muerta, otros ojos cerrados, otra carta sin leer.
Y mañana; más mujeres muertas, más ojos cerrados, más cartas sin leer.
¿Más amores ensangrentados?
A todas aquellas que asesinaron el amor a golpes de su príncipe azul.
¡Ay dolores! - Reincidentes
1 comentari:
Impressionant, Gula.
Segur que treus premi kek
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